recuerdos

Todo lo aquí expuesto, son los recuerdos vistos con ojos de la infancia. Las imágenes son solo ilustrativas, salvo las que lleven algún tipo de especificación. Deseo que este blog, sirva para evocar también vuestros recuerdos... si así fuera, dejen su comentario y compartámoslo. Gracias.

apuntes 14

Hace tiempo, que olvidé los recuerdos por ahí...
Falté a una promesa, la de contarles sobre aquellos días de inocencia y asombros contenidos, cuando aún sentíamos vergüenza ante la mirada severa de los abuelos pidiendo explicaciones por alguna travesura, sin darnos cuenta que a nuestras espaldas sonreían con bondad.
Es que lamentablemente, el tiempo y la distancia a veces nos llevan a correr tras un sueño inalcanzable de urbanidad y progreso.
No reniego del avance implacable de la sociedad, solo pido un alto, un respiro para volver a suspirar, y recordar.
En mi país, comienza ya a envolvernos el otoño. El frío todavía no ha desprendido la última hoja del nogal, pero ha comenzado a dar pinceladas de ocres aquí y allá...
El jardín de la abuela, como el de Monet, rebosaba de rosales entre verdes y amarillos. Y fue un día, muy claro, soleado y fresco, abril de 1972, el día elegido.
Recuerdo que era sábado, desperté en casa de los abuelos, como tantos fines de semana de campo. La abuela preparaba el mate, el abuelo leía eternos libros junto a la estufa y el gato "olivero" (le pusimos ese nombre porque apareció tres años atrás, abandonado y enfermo, debajo de uno de los olivos).
Yo me entretenía, mirando por la ventana como mis tíos, acondicionaban el jardín de invierno allí afuera, entre resoles y neblinas.
Sentada a la mesa, con el enorme tazón de leche frente a mi y panes de miel, presté atención a la abuela. Estaba haciendo anotaciones en su cuaderno más viejo, mientras cebaba mate. No quería interrumpirla, pero su silencio me inquietaba un poco, estaba bien para el abuelo, que siempre leía... pero ella, rara vez se mantenía tan callada en la cocina.
Le pregunté qué tanto escribía, si alguna receta, entonces me miró sobre sus gruesos anteojos y me dijo muy alborozada ¡Hoy sin falta vamos a construir un estanque!
¡Un estanque abuela! Siempre había soñado con un bello estanque, como de un cuadro de Monet, donde brillara el sol entre flores y hojas flotando, e imaginaba pájaros bañándose en él.
Y los gritos del abuelo, ¡qué te has vuelto loca mujer! y frases en italiano entrecruzándose con muchas más en gallego, y la risa que me provocaban esas discusiones, eran como un juego, el abuelo se oponía un rato para terminar cediendo, pero siempre protestando...
Después de desayunar, enfilamos hacia el jardín. Aun el abuelo protestaba ¡que no es época te digo! Y la abuela con dulzura pero firme ¡qué sí, que ya lo quiero!
Todas los plantines nuevos, fueron trasladadas al jardín de invierno. Otro bello y mágico lugar, un cuadrado no muy amplio, como una pecera de vidrio, donde había macetas, macetones y jardineras repletas de tomillo, orégano, salvia, romero...
Detrás del huerto, había un buen espacio libre, rodeado de calas y limoneros, la abuela dando amplias zancadas, delimito unos metros... y plantó allí la pala...
Tuvieron que socorrer al abuelo mis tíos y tías (que llegaban de visita) y entre todos intentaban quitarle a la abuela de las manos, la pala.
Al final, fueron turnándose los hombres, pues era cosa de hombre, hacer pozos en la tierra.
Pero la abuela los supervisaba, mientras recolectaba algunas semillas y bulbos que iban apareciendo...
Al cabo de cierto tiempo, ya el pozo tenía el visto bueno de los tíos. Yo lo veía inmenso, de unos tres metros de diámetro y uno de profundidad, estaba hipnotizada, observándolo. Hubo más discusiones entre los abuelos, siempre debía ser así, hasta que, solo quedamos, la abuela y yo, ella aferraba otra vez a la pala, y yo sosteniendo el cuaderno, donde había dibujado un hermoso estanque, con flores, agua cristalina, un bebedero de pájaros y dos bancos a los lados.
¿Y ahora qué hacemos? le pregunté frente al pozo, que se veía en realidad muy feo y negro.

Ya era hora del almuerzo, pero nada había cocinado la abuela ese día. Me contó todo sobre su loco proyecto, el invierno se acercaba, definitivamente, no eran buenos tiempos para inaugurar un estanque.
Con infinita paciencia, el abuelo, colocó unos caños desde el molino al pozo, trabajó callado toda la tarde, mientras la abuela le convidaba con pan y queso sazonado con oliva, tomate y ajo. Yo renegaba de ser aún muy pequeña para hacer algo importante, así que la pasé dando vueltas y vueltas alrededor del pozo.
Ese día terminamos los tres muy cansados, anocheció y comenzó a hacer mucho frío, en la cocina, con la estufa crepitando, los abuelos se durmieron en sus sillas, cabeza con cabeza. Antes de despertarlos, miré por la ventana hacia afuera, allí estaba el pozo, y sobre el vidrio empañado, garabatee unas flores, pájaros dos bancos...
Por supuesto que nos llevó muchos meses de trabajo, pero ya para el verano de 1973, el jardín de la abuela ¡tenía un hermoso estanque!
Ya les contaré...

1 comentario:

  1. Estas otra vez por aqui, te he echado de menos, a ti y a tus relatos.
    Un beso

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