recuerdos

Todo lo aquí expuesto, son los recuerdos vistos con ojos de la infancia. Las imágenes son solo ilustrativas, salvo las que lleven algún tipo de especificación. Deseo que este blog, sirva para evocar también vuestros recuerdos... si así fuera, dejen su comentario y compartámoslo. Gracias.

Apuntes 15



Cuánto tiempo sin recuerdos! Prometí contarles del estanque, eso fue en otoño pasado... ya estamos a las puertas de la primavera (en Buenos Aires)
Estoy mirando a través de la ventana, la imponente copa del ciruelo en flor. Miles de florcitas formando un hermoso manto de encajes blanco, quieto, recortándose en un cielo muy azul. Y entonces no puedo dejar de abrir el viejo baúl y con él una ventana hacia la infancia. Entre los cuadernos, hallé un pequeño cofre de madera, cuántos años sin verlo.
Sentí vértigo al levantar la tapa adornada con moños de cinta desteñida y un enorme botón de nácar. Dentro, asomaron mis lágrimas junto con sobres amarillos de cartas atadas con un cordón. "Felicidades y prosperidad", palabras escritas en antiguas tarjetas de Navidad y Año Nuevo, "Augurios de Felicidad"... firmadas por parientes que vivían tan lejos de América.
Me pregunto si mi abuela "fue feliz". Me contesto inmediatamente que "Sí".
Evoco entonces aquel año, 1973, primavera.
Los abuelos me invitaron a pasar una larga temporada en su casa de campo. Eran tiempos difíciles, de inestabilidad social y desencuentros cívicos.
El abuelo se jubilaría pronto, y pasaba más horas que nunca encerrado en el "caforchi", leyendo o escribiendo, con los dedos eternamente manchados de tinta negra.

Ungüentos y aceites, jabones y extractos, ya tenían su espacio en la cocina. ¡Como me gustaba verlos allí! si bien el misterio de la puerta de madera muy pesada y herrajes impresionantes del enorme mueble de la abuela, con su contenido fragante, era mucho más atrayente para una niñita de tan corta edad, también la tentación de tocarlos y olerlos al tenerlos al alcance de las manos era muy emocionante.

Adoraba las mañanas, tal vez por eso mis recuerdos siempre se instalan en el despunte del alba. Cada mañana representaba para mí, el comienzo, la manifestación de la vida proyectada en los jardines. Cuando los evoco, verdes, llenos de luz en primavera, la primavera que llega con sus pinceles a transformarlo todo, mientras los brotes y pimpollos pugnan por explotar húmedos de rocío... me avergüenzo de mi pobre y reducido huerto, por más que me esfuerzo, solo consigo pulposos áloes, azahares, y el pequeño bosquezuelo con su nogal, alcanfor, dos álamos, un kinoto, un sauce, un fresno, un palto pegado a una higuera y dos pinos... y entre dientes de león y salvia, el olivo, el laurel, el eucaliptos y los naranjos, herencia de los abuelos. Nada comparado a los cultivos de la abuela.

Ya les conté, de los serpenteantes caminitos escoltados de rosales y hierbas medicinales, de la huerta y el jardín de invierno, el secadero... y el estanque.

La abuela me servía la leche en el tazón de siempre, el mate pronto y los panes de avena y miel. En la mesa de la cocina, todo dispuesto sobre el mantel impecablemente blanco con sus rositas bordadas por sus propias manos. La primavera sonrojaba la pava, con un haz de luz el sol asomaba entre las cortinas de cuadraditos rojos del ventanal. El abuelo disfrutaba del mate que amorosamente le ofrecía la abuela. Yo los observaba feliz. Ambos murmuraban las tareas del día (hablaban muy bajito, como cuando sus hijos aún eran niños y temían con sus voces despertarlos). Por allí escuché mi nombre, no pude contestar enseguida, un sorbo de leche empujaba el bocado de pan mientras mis ojos imploraban que esperaran un poco... y es que cuando el abuelo decía mi nombre, era seguro que había grandes planes que me involucraban muy de cerca. Y así fue...

Privilegio de única nieta entre un montón de varones, entrar en el "caforchi". No dejaba de asombrarme, el mueble de la abuela al frente, estantes hasta el techo a cada lado, solo hacían un intervalo para permitir abrirse alguna ventana. El escritorio y la vieja máquina de escribir, un mimeógrafo, papeles, tinta... libros, y allí, sobre una pequeña mesa de cedro, la pila de cuadernos de la abuela, "cuadernos de tarea", los llamaba ella. En cada renglón, siempre detallaba alguna actividad, amenizada con una receta o fórmula que se le ocurría a veces en medio de los surcos mientras regaba o abonaba la tierra, es por eso que cuando yo estaba con ella, me tocaba llevar uno de esos cuadernos, no cualquiera sino el que indicaba expresamente la abuela. Así fue que me envió por este, el que ahora encuentro dentro del cofre de madera...
Los bosquejos del estanque, realizados a mano alzada por ella con algún garabato mío también. Y ya nos instalamos frente a la tierra húmeda, removida a la espera de semillas y plantines.
La abuela me dictaba, yo obediente escribía. Conque era eso, fui elegida para tomar nota de lo que crecería de ahora en más, alrededor y dentro del estanque, como de las piedras que lo decorarían.
El abuelo había terminado los dos bancos de madera y pintó de blanco. Ya estaban colocados sobre baldosas de cemento y a allí me instaló la abuela.
Comenzó a dictar nombres y fechas de siembra, yo escribía y observaba atenta como poco a poco, el estanque tomaba vida...
En unos días más, crecerán plantas acuáticas, hierbas aromáticas y flores bellas, será el lugar preferido para la costura de la abuela, y allí mismo, tejeré una manta junto a ella, cuando el sauce llorón se incline y remoje sus ramas en el estanque, yo tendré entonces algo más de 11 años...

2 comentarios:

  1. Me gusta tu forma de redactar las historias, ahora hacia bastante tiempo que no nos deleitabas con ningún recuerdo de tu infancia relacionado con tu abuela. Gracias.Me encantan.

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  2. Niña ¿donde estás tu y tus apuntes?

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